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Imagen by: mconnors |
Un año más, la gala de los premios "Goya" convocaba a la mayoría
silenciosa a la que le gusta el cine, sus estrellas y el “glamour” que se les supone. Creo que no miento si digo que esa gran mayoría silenciosa se
proponía pasar un buen rato ante el televisor, evadirse de los problemas y por
un momento soñar con un mundo imaginario y mágico que es lo que el cine nos ofrece. Esperábamos emocionarnos con nuestros actores favoritos o alimentar el morbillo de conocer, al fin, las películas y profesionales que por su talento y buen
hacer iba a premiar la Academia. Los prolegómenos ya se habían caldeado con declaraciones
aquí y allá sobre la posibilidad de utilizar, una vez más, este acontecimiento
como trampolín de críticas, reivindicaciones, “mostrar-el-compromiso-y-la-solidaridad-del-sector”.