9 de enero de 2012

La innovación española, esa asignatura pendiente

En el siglo pasado la competitividad española se basaba en los bajos salarios y en sectores como el turismo, en épocas de crisis la devaluación de la peseta contribuía a favorecer nuestras exportaciones. En el momento actual la situación no puede ser más diferente: muchos países tienen salarios más bajos que los nuestros, las devaluaciones son imposibles, nuestra productividad es baja y el grado de innovación de nuestros productos y servicios insuficiente. La conclusión es que nuestra falta de competitividad impide salir de la crisis, probablemente porque no hemos hecho los deberes en la época de bonanza.

De nuestra falta de competitividad me centraré en la innovación por ser, a mi juicio, nuestra asignatura pendiente y lo que más aleja a nuestras empresas del mercado.


La innovación es cualquier proceso en el que se desarrolla un producto o servicio nuevo que es aceptado comercialmente. Si analizamos algunos de los obstáculos que nos impiden innovar, podremos intuir alguna estrategia para revertir la situación:

1.    Competencia individual. Lo que diferencia a nuestros trabajadores de los más competitivos es su escaso nivel de cualificación profesional (debido al desprestigio y carencias de la formación profesional) y su baja creatividad (obstaculizada por nuestro modelo educativo y porque la empresa no lo exige) imprescindible para innovar.

2.    Competencia empresarial. Tenemos muy buenas empresas, pero dedicadas a actividades que no aportan valor añadido al mercado (constructoras, distribuidoras, especulación financiera, gestoras, etc.), poco acostumbradas a invertir en formación e innovación, quizás por la poca cualificación de su mano de obra y porque los beneficios solo se aprecian a medio y largo plazo.

3.    Competencia nacional. Formada por el conjunto de competencias orientadas al mercado global, complementadas por el nivel de investigación y desarrollo del país y de sus políticas de apoyo a las empresas. El diagnóstico vuelve a ir en contra de la innovación, con recortes importantes para I+D+i y una producción científica (número de artículos y publicaciones) notoria, pero que no se convierte en productos y aplicaciones, tal y como muestra la escasez de patentes registradas.

Para aprobar esta asignatura que es la innovación, deberíamos actuar en los tres ámbitos mencionados: el individual, con un modelo educativo diferente en el que se potencie la creatividad y una cualificación profesional de futuro; un cambio en el modelo de negocio, con hincapié en las actividades con mayor exigencia de tecnología y fomento de la inversión en formación e innovación; por último, se hace imprescindible el impulso de la investigación científica orientada a los mercados, incrementando sus sinergias con las empresas y de estas con las universidades.
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